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Mostrando entradas de noviembre 30, 2014
El día que empecé a quererme, dejé de necesitar culpables. No tuve más necesidad de lanzar mis miedos a la cara de nadie. No fue preciso justificarme ni reprochar. Descubrí que la vida era inocente y no conspiraba contra mí. El día que empecé a tenerme en cuenta, de repente no estuve ni encima ni debajo de nadie. Mis principios eran los míos. No necesitaba defenderlos ni imponerlos. Ni siquiera precisaba perpetuarlos en el tiempo, porque podía ir adaptándolos a mi crecimiento  vital. Descubrí que no requería aprobar ni ser aprobado. El día que empecé a considerarme mi propia compañero, no volví a estar solo. Ya no fue necesario mendigar reconocimiento ni sacrificar mi esencia. Me liberé de la necesidad de sentirme arropado, y paradójicamente, encontré más abrazos que nunca. Descubrí que, en realidad, la soledad medía mi propia ausencia. El día que empecé a decir no cuando lo necesitaba y sí cuando lo sentía, dejaron de ser importantes los asentimientos o las negaciones. Entendí,