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¿Quién soy?

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“¿Quién soy yo?”es probablemente la pregunta más desconcertante, profunda, difícil, emocionante e interesante que nos podemos hacer. Es  desconcertante  porque a lo largo de todas las respuestas y las definiciones que nos damos de nosotros mismos siempre terminamos insatisfechos. Siempre hay algo más. Después de cualquier respuesta a que podemos llegar volvemos a un: “pero no es realmente así”. “¿Quién soy yo?”parece una pregunta simple, quizás la más simple, y sin embargo nos deja desconcertados y confundidos. Es  profunda  porque desde que recibimos el don de la conciencia, del sentido del yo, es del mayor interés para nosotros. Desde el origen de pensar en el ser humano nos hemos hecho esta pregunta y ha sido motivo de nuestras reflexiones. ¿Qué puede ser más importante que entender la naturaleza del ser? Nada tiene mayor profundidad que la pregunta de quién es este “yo mismo”, la conciencia que habita este cuerpo y que vive en esta hora de la historia. “¿Quién soy yo?”es la
Asamblea en la Carpinteria “Cuentan que a media noche hubo en la carpintería una extraña asamblea. Las herramientas se habían reunido para arreglar diferencias que no las dejaban trabajar. El Martillo pretendió ejercer la presidencia de la reunión pero enseguida la asamblea le notificó que tenía que renunciar: - No puedes presidir, Martillo – le dijo el portavoz de la asamblea – Haces demasiado ruido y te pasas todo el tiempo golpeando. El Martillo aceptó su culpa pero propuso: - Si yo no presido, pido que también sea expulsado el Tornillo puesto que siempre hay que darle muchas vueltas para que sirva para algo. El Tornillo dijo que aceptaba su expulsión pero puso una condición: - Si yo me voy, expulsad también a la Lija puesto que es muy áspera en su trato y siempre tiene fricciones en su trato con los demás. La Lija dijo que no se iría a no ser que fuera expulsado el Metro. Afirmó: - El Metro se pasa siempre el tiempo midiendo a los demás según su propia medida como
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El texto argumentativo y el ensayo

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LA RANA QUE NO CREÍA EN LAS PRINCESAS

         Había una vez una rana que no creía en las princesas. Decía que bastante tenía con vivir en su charco y que no la molestaran. Otras ranas le preguntaban por qué no creía en las princesas y la rana siempre contestaba: -No creo ni en mí misma. -¿Cómo que no crees en ti? Si nosotras te vemos. -Y yo también me veo reflejada en el agua, pero esa no soy yo. -¿Y quién eres? -Nadie, no soy nadie. Al final las compañeras de charca la dejaron por imposible. Un buen día apareció cerca del lugar una joven y todas pensaron que era una princesa como las de verdad, porque también hay princesas de mentiras que por mucho que besen a una rana no se convierte en príncipe ni a la de tres, bueno, ya me estoy yendo por las ranas, decía que apareció lo que parecía ser una princesa de las de verdad. En seguida se reunieron ranas y sapos en el nenúfar más grande y más verde del pantano para echar a suertes haber a quién le tocaba ir en pos de la princesa y convencerla de que le diera

Emoción

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Un día, un niño se acercó a su maestra para contarle los últimos chismes, de los cuales acababa de enterarse y que estaba seguro de que perjudicarían a un compañero, con el que no se llevaba bien. -           Seño, ¡no sabes lo que hizo Milton! Entró… Antes de que continuara, la maestra le dijo: -           Siempre que vayas a contar algo que te comentaron, tenés que pasar lo que escuchaste, por tres coladores: ·          El colador de la Verdad , que te permitirá estar seguro de que lo que vas a decir es totalmente cierto. ·          El colador de la Bondad , para que además de ser verdad, también sea bueno contarlo. ·          El colador de la necesidad , para que no sólo sea verdadero y bueno, sino también necesario decirlo. Después de escuchar a su seño, el niño la miró desconcertado y se retiró, sin decirle nada. (Adaptación de un cuento oriental)

Primer encuentro 6to B. Ipem 184.

“Los sueños parecen al principio imposibles, luego improbables y luego, cuando nos comprometemos, se vuelven inevitables.” Mahatma Gandhi Parto de la convicción de que dar libertad para trabajar ofrece la posibilidad de un desarrollo mucho más eficiente para el alumno, que una actitud de represión y de conseguir objetivos cueste lo que cueste. Antes que disciplina, auto-disciplina; antes que regulación, auto-regulación. No es para la escuela sino para la vida.    1. La ignorancia es un derecho, no una obligación. Olvídese de que usted viene al colegio a aprender algo nuevo. Usted ya lo sabe todo, o casi todo: la literatura exagera algo que usted ya sabe.    2. No crea en lo que le han dicho: observe por usted mismo, sea usted mismo incluso en las cosas que no le gustan. Pero también olvide. Olvide que viene a «Clase de Literatura», olvide que viene al colegio. Déjese sorprender, sorprenda a los otros con sus ideas. El resto, la historia, los autores, etc., es

Programa 35

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