ÚLTIMA ESCENA DE BARRANCA ABAJO.

Escena XV  Aniceto y Don Zoilo
ZOILO: Yo no me mato por ellos, me mato por mí mesmo.
ANICETO: ¡No, padrino! ¡Calmesé! ¿Qué consigue con desesperarse?
ZOILO: [Alzándose.] Eso es lo mesmo que decirle a un deudo en el velorio: "No llore, amigo; la cosa no tiene remedio." ¡No hay que llorar, canejo!... ¡Si quiere tanto a ese hijo, o ese pariente! Todos somos güenos pa consolar y pa dar consejos. Ninguno pa hacer lo que Dios manda. Y no hablo por vos, hijo. Agarran a un hombre sano, güeno, honrao, trabajador, servicial, lo despojan de todo lo que tiene, de sus bienes amontonaos a juerza de sudor, del cariño de su familia, que es su mejor consuelo, de su honra... ¡canejo!... que es su reliquia; lo agarran, le retiran la consideración, le pierden el respeto, lo manosean, lo pisotean, lo soban, le quitan hasta el apellido... y cuando ese desgraciao, cuando ese viejo Zoilo, cansao, deshecho, inútil pa todo, sin una esperanza, loco de vergüenza y de sufrimientos resuelve acabar de una vez con tanta inmundicia de vida, todos corren a atajarlo. ¡No se mate, que la vida es güena! ¿Güena pa qué?
ANICETO: Yo, padrino...
ZOILO: No lo digo por vos, hijo... Y bien, ya está... No me maté... ¡Toy vivo! Y aura, ¿qué me dan? ¿Me degüelven lo perdido? ¿Mi fortuna, mis hijos, mi honra, mi tranquilidad? [Exclamación.] ¡Ah, no! ¡Demasiado hemos hecho con no dejarte morir! ¡Aura arreglate como podás, viejo Zoilo!...
ANICETO: ¡Así es no más!
ZOILO: [Palmeándole afectuoso.] Entonces, hijo... vaya a repuntar la majadita... como le había encargao. ¡Vaya!... ¡Déjeme tranquilo! No lo hago. Camine a repuntar la majadita.
ANICETO: Así me gusta. Viva... viva.
ZOILO: ¡Amalaya fuese tan fácil vivir como morir!... Por lo demás, ¡algún día tiene que ser!
ANICETO: ¡Oh!... ¡Qué injusticia!
ZOILO: ¿Injusticia? ¡Si lo sabrá el viejo Zoilo! ¡Vaya! No va a pasar nada... le prometo... Tome el cuchillo... vaya a repuntar la majadita... [mutis.]
ESCENA XVI Don Zoilo

ZOILO: [ZOILO lo sigue con la mirada un instante, y volviéndose al barril extrae un jarro de agua y lo bebe con avidez; luego va en dirección al alero y toma el lazo que había colgado y lo estira; prueba si está bien flexible y lo arma, silbando siempre el aire indicado. Colocándose después debajo del palo del mojinete trata de asegurar el lazo, pero al arrojarlo se le enreda en el nido de hornero. Forcejea un momento con fastidio por voltear el nido.] Las cosas de Dios... ¡Se deshace más fácilmente el nido de un hombre que el nido de un pájaro! [Reanuda su tarea de amarrar el lazo, hasta que consigue su propósito. Se dispone a ahorcarse. Cuando está seguro de la resistencia de la soga, se vuelve al centro de la escena, bebe más agua, toma un banco y va a colocarlo debajo de la horca.] Telón

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