Quería decirte.

Quería decirte que el aire es húmedo de este lado del deseo.
Que la distancia es una palabra larga que se respira breve.
Que los ojos siguen a la obstinada suavidad de las manos y que las manos no pueden sobrevivir solas.
Que no hay viaje que no se atraviese al lenguaje y no hay lenguaje que no quisiera desterrar su vacío.
Que me llevo a rastras por sentir el vacío.
Que no cabe el adiós, si aún no hay bienvenida.
Que no es cierto que lo que parece terminar, acaba realmente.
El final es un invento de algunos historiadores que sólo ven la simetría entre principios y finales, de algunos astrónomos que ignoran el gesto rápido y tímido de las estrellas cuando nos dan a entender que ya no están, pero siguen estando, y de ciertos novelistas que confunden la escritura del amor con el amor a la escritura.
Que el amor y el desamor no corresponden al mismo género de soledades.
Que arrepentirse es bestialmente humano.
Y que la palabra –o la flor, o el silencio- que aún no te di, ya era tuya desde hace cientos de años.
Que nada es en vano y que ahora mismo –sobre la lluvia dentro y bajo la lluvia fuera- todo vale la pena: hasta el dolor con que parto, el hueso que sobresale, la mueca que es impostora.
Que el amor es una encrucijada: estamos a la deriva y toda señal es incomprensible. Decirte, entonces, que no es tu nombre sino tu voz la que perdura.
Que lo imposible ocurre, aunque a veces nunca.
Y que el amor no comienza.
Estaba allí desde siempre.


De Carlos Skliar

Comentarios

Entradas populares de este blog

Gustavo Adolfo Bécquer "No son los muertos"

Una lectura de "Autorretrato" de Pablo Neruda y redacción de un autorretrato propio

3RO B